Notas |
- Partida de Bautismo, libro 019, folio 2v, del año 1831, Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, Medellín
- Leocadio María Arango Uribe: Minero. Comerciante. Banquero. Político. Liberal. Nació en Medellín, en 1831. Murió en Medellín, en 1918. Hijo de Luis María Arango Trujillo y de Rita Uribe Ruiz. Fue accionista, desde que José María Uribe la fundó, de la Compañía Minera del Zancudo, siendo socio, entonces, de Sinforiano Hernández y Agapito Uribe; posteriormente, le compró la participación que sus hermanos tenían en la firma, convirtiéndose en uno de los mayores accionistas de la empresa, junto a Coroliano Amador y Juan Mainero. Fue accionista fundador del Banco Agrícola de Medellín y del Banco Central. Fue miembro de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín. Fue, junto con Carlos Greiffenstein, uno de los principales promotores del Bosque de la Independencia, hoy Jardín Botánico de Medellín. Fue un importante coleccionista de arte precolombino, siendo protagonista de un referenciado caso de falsificación conocido como el de los “Alzate”. Fue concejal de Medellín en la década del 80. Fue accionista del Zancudo hasta 1906. Casado, primero con Ana Joaquina Arango, y, en segundas nupcias, con María Ortiz Barberi.
- LA EXPEDICION HELVETICA Viaje de exploración científica en Colombia en 1910 de los profesores Otto Fuhrmann y Eugène Mayor
EDITOR Alberto Gómez Gutiérrez
Leocadio María Arango (1831-1918), comerciante antioqueño y coleccionista de antigüedades precolombinas que incluyó entre sus piezas cientos de cerámicas producidas de novo por la familia Alzate, sus contemporáneos. De acuerdo con el reporte de Luis Germán Sierra en la revista El Malpensante (No. 90, pp. 11-13, 2008): “En 1912, en el Primer Congreso Internacional de Etnología y Etnografía reunido en Neuchâtel, Suiza, el doctor Seler, director del Museo Etnográfico de Berlín, y el profesor Von den Stein, fueron los primeros en evidenciar y denunciar como falsas las piezas que, para ese entonces, se paseaban como legítima cerámica precolombina por museos de Europa, Estados Unidos y América Latina, y de las cuales 130 habían sido llevadas al mencionado congreso. A los museos de Historia Natural de Nueva York, Historia Natural de París y Nacional de Colombia, entre muchos otros, llegaban de Medellín pequeños objetos negros y livianos de cerámica con formas de rodillos, torteros, lagartos, ranas, idolillos, serpientes, mazorcas, vajillas, máscaras y calabacillos realizados en apariencia por indígenas colombianos en épocas de virginidad cultural fuera del alcance de los españoles, que el doctor Seler y compañía calificaron de ‘una degenerada fantasía de la inspiración y de las formas’. Todo había comenzado a finales del siglo XIX cuando don Julián Alzate, taxidermista y guaquero de gran experiencia, y sus hijos Pascual, Luis y Miguel, se supieron dueños de una gran habilidad y creatividad para imitar las piezas indígenas precolombinas que don Julián conocía muy bien por sus trajinados periplos de guaquero por el país, producto de los cuales vendía, a su aire, piezas a coleccionistas nacionales y extranjeros. Entre los coleccionistas, los museos y la casa de los Alzate en Medellín donde se realizaban las ingeniosas copias, viene a terciar don Leocadio María Arango, comerciante, minero y coleccionista de gran prestigio y respeto en la ciudad y en el exterior, amigo de don Julián Alzate, quien había constituido un rico museo con obras de orfebrería (algunas también falsas), aves diestramente disecadas y muchas piezas de cerámica indígena, no pocas de la familia Alzate asumidas a pie juntillas como genuinas por don Leocadio y recomendadas a propios y extraños, lo cual era el mejor sello de garantía o aval ante los ojos de todo el mundo. Don Leocadio nunca dio crédito a las noticias que venían de Suiza porque era un fiel amigo de don Julián y admirador absoluto de las piezas que por medio de él enriquecían su museo y viajaban por el mundo. Don Julián había enseñado a sus hijos a preparar la cerámica de tal manera que esta adquiriera un color negro brillante como las piezas originales, y, adicionalmente, rellenaba de barro amarillo las incisiones y oquedades para simular la autenticidad de los entierros. Ése fue, precisamente, uno de los detalles […] que los científicos del congreso de Suiza encontraron falso, porque en los verdaderos entierros las piezas se protegían del contacto directo con la materia orgánica al ponerlas en una bóveda vacía, y si ese contacto se presentaba, de ninguna manera la tierra quedaba adherida con la firmeza que mostraban las piezas del engaño. Esa mentirilla y las licencias poéticas de los Alzate –demasiadas líneas y entramados, voladas recreaciones en las vasijas y vajillas cuyos modelos a veces eran más los europeos que los indígenas, alteración de las formas naturales de los animales que los indígenas sí conservaban, entre otras– descubiertas afuera, fue lo que nunca vieron los coleccionistas y expertos locales e internacionales […]. Dada la experiencia de don Julián como guaquero, sus víctimas y las de sus hijos eran llevados a sitios de excavación donde, premeditadamente, después de abrir varios huecos sin resultados positivos, al fin un cuarto o quinto intento daba con el hallazgo que, así, adquiría visos indudables de aventura y de veracidad para los no poco ingenuos compradores de aquí y de allá. La antigüedad de la cerámica Alzate consistía en el tiempo empleado llevando las piezas desde el solar de la casa en La Iguana, en donde se fabricaban, hasta la casa de don Leocadio María Arango en San Benito. Pero más allá de la novela de suspenso que constituye toda esta historia incruenta, lo que se ha concluido por parte de los especialistas menos ortodoxos y más ceñidos a un análisis libre de prejuicios culturales a ultranza, es que los Alzate fueron ante todo artistas. Y sus obras, aunque muy poco tenían que ver con lo que eran las verdaderas piezas precolombinas, tal y como se comprueba al ver unas y otras, iban a dar a manos de quienes mitificaban una cultura aunque nada o muy poco supieran de ella. Nada nuevo bajo el sol. `Si los muñecos hubieran sido de nosotros no habrían valido nada, pero siendo del indio, valían mucho´, dijo en 1966 el ya septuagenario Pascual Alzate […]. En 1922 el gobierno expropió del museo de don Leocadio María, para ese entonces ya muerto, las piezas en su haber de la cerámica Alzate y entregó a la Universidad de Antioquia más de mil, que hoy están bajo la custodia del Museo Universitario” (N. del T.).
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