Notas |
- De Luis Guillermo Echeverri Velez
Manuel Fabio Echeverri Correa, un hombre que deja pensando al país
noviembre 7, 2017
Me quedó el orgullo de haber tenido un padre excepcional. Un hombre bueno, generoso, noble, integro, batallador y valiente, tajantemente sincero, de carácter recio y corazón amoroso. De joven recibí su ejemplo y aprendí a su lado las labores del campo. Luego vivimos largos años con un mar de por medio pero nunca pasó un día sin que habláramos de lo que acontecía, y durante los últimos siete años de su vida tuve el placer de pasar cada día a su lado compartiendo su amor por los caballos y sus opiniones sobre el acontecer nacional que fue siempre su mayor preocupación.
Siempre me habló con gran orgullo y admiración del ejemplo que vio en los logros de quienes lo antecedieron. Nació en Medellín en el hogar de Lucia Correa Arango descendiente de insignes banqueros, exportadores de café y pioneros de la minería, y Luis Guillermo Echeverri Abad, ejemplar abogado, profesor Universitario, figura pública desde los 19 años, a temprana edad estuvo a cargo del municipio y el departamento, ocupó una cartera Ministerial y una curul en la época dorada del Senado de la República. Un innovador en agricultura, ganadería y finanzas, que abrió tierras y fundó empresas públicas, privadas y mixtas. Su madre de quien heredó el don de mando y sabiduría práctica de la mujer ordenada y hacendosa, era quien ponía el amor del hogar y los limites a golpe de pretina a 4 niños a los que su padre nunca reprendió.
Pasó parte de su infancia en Jericó donde vivieron sus abuelos paternos María Abad Restrepo y Manuel Echeverri Ochoa, oriundo de Rionegro pero que desde los 12 años empezó su negocio de arriería y ganados en sociedad con su suegro Don Antonio Abad, unos de los colonizadores importantes del Suroeste Antioqueño. De Don Manuel Echeverri nació su afición por el campo y los caballos en las laderas de Cauca y los tabacos; de sus amigos desde la infancia su afición por el polo que se inició en las mangas de los señores Botero en Envigado.
A los 10 años llegó con su familia a Bogotá donde compartió la banca de la escuela con quienes serian también sus compañeros de deporte y de fiesta por el resto de sus días. Muy querido por sus compañeros, fue enamorado, peleador y fiestero. Para él todo era simple: el mundo se dividía en dos: buenas personas a quienes hay que defender y malas personas a las cuales no se les puede permitir que le hagan daño a uno, ni a la sociedad.
En su adolescencia trabajó con su padre abriendo tierras de ganado, café y agricultura en Antioquia, el Magdalena Medio, la Costa y en el Valle del Cauca. Luego fue enviado a Canadá a aprender ingles con su hermano Héctor y terminó su bachillerato en la Academia Militar de Nueva York. Allí se destacó como deportista en boxeo, equitación, lacrosse y lucha libre.
Inició su vida universitaria en Bogotá graduándose como el primer economista de la Universidad Tadeo Lozano, donde como líder estudiantil llegó con todos sus compañeros después de un altercado intelectual por una carta que le escribió al Dr. Mario Laserna. Fue vicepresidente de la Asociación Colombiana de Estudiantes y vivió la violencia política, durante la cual lo apresaron en Puerto Berrio, después de haber escapado una noche de la muerte a manos del ejército conservador que mató y violó las mujeres, además de asesinar a más de 30 trabajadores en la finca Casa Nueva, propiedad de su padre, en el río Ité.
Su abuelo Manuel le ayudó a pagar su primer carro pero no le quiso firmar una pagaré, para que aprendiera que siempre tenía que honrar sus compromisos y no deberle nada a nadie. Trabajó durante toda su carrera haciendo estudios económicos, manejando una fábrica de su primo José Tomás Uribe Abad y vendiendo carteras los fines de semana por los pueblos de la sabana. Fue corredor de autos, motociclista, aviador, saltó a caballo, crió caballos de carreras y de polo, deporte que amó y practicó casi toda su vida.
Se casó a temprana edad con María Elena Vélez Muñoz, hija de Don Bernardo Vélez, uno de los fundadores en 1932 del Alemán Colombiano, que luego se transformó en el Banco Comercial Antioqueño, donde su abuelo Manuel fue también accionista importante. Trabajó en el Banco de Colombia en Bogotá y luego en Medellín y fue gerente de Almagrán. Tras la muerte de su suegro y su padre manejó los negocios de ambas familias y se dedicó a la compra y venta de ganados por todo el país. Presidió la junta de Fondo Ganadero de Antioquía, entidad fundada por su padre, liderando por dos décadas el fomento y extensión ganadera de la institución.
Luego inició su vida al servicio de la sociedad como gerente de las Empresas Varias de Medellín, donde realizó una transformación en el aseo de la ciudad, construyó y mejoró sus plazas de mercado y la central mayorista que aún sirve todo el área metropolitana, amplió la feria de ganados, modernizó el matadero y trajo a la ciudad la primera planta de tratamiento de basuras.
Como industrial fue presidente de SIMESA S.A., sacándola de la quiebra, creó a HOLASA con inversión japonesa y estuvo en múltiples juntas directivas, luego se nominó como nuevo presidente de la ANDI siendo apoyado por los industriales del Valle del Cauca, desde donde lucho por casi dos décadas por el sector productivo nacional, sus empleos y por la institucionalidad del país, combatiendo abiertamente la ilegalidad, la corrupción, las drogas ilegales y el contrabando. Fue también durante varios períodos presidente de la AILA, Asociación de Industriales Latinoamericanos y representó a la ANDI en la OIT y en las negociaciones del Pacto Andino.
Con su segunda esposa, Elena Mogollón, construyó y residió en ella desde 1980, la Hacienda Caballo Bayo, en las inmediaciones de Puente Piedra, donde cada caballo, cada vaca, cada perro, cada árbol, cada potrero y cada mejora llevan su sello personal. Con Elena también recorrió el mundo entero, llenándose de innumerables amigos en todos los continentes. Por varios años fue columnista del periódico El Tiempo y luego de los diarios nacionales asociados a Colprensa. Fundó centros de estudios y universitarios, diarios, revistas y hasta medios digitales. En los años 70 presidió el Directorio Liberal de Antioquia y fue figura clave en las campañas presidenciales de Lleras, López y Turbay. En los 90, tras varios trastornos de salud se hizo cargo hasta su último día de la fundación Clínica Shaio, entidad que también recuperó de una quiebra. En el 2001 se hizo cargo de la Asociación Primero Colombia, entidad promotora de las dos exitosas campañas presidenciales del Doctor Álvaro Uribe Vélez. Con edad avanzada coordinó muchos temas en la primera administración de Uribe, presidió Ecopetrol ayudando a la democratización de la entidad y manejó con absoluta transparencia el proceso de evolución de las comunicaciones.
Mi padre fue un hombre que nunca le faltó a sus compromisos ni obligaciones, a su país, a sus amigos ni a quienes trabajaron bajo su dirección y fueron siempre sus más queridos compañeros. Dejó entrañables amistades regadas por todo el mundo que recorrió con admiración y con la ilusión de que Colombia algún día llegara a ser una sociedad culta, desarrollada y próspera.
Sus últimos años los pasamos juntos hablando todos los días de caballos, de doma, de actualidad mundial y de la gran preocupación que tenía por el destino de la región y el país. Mi padre le cumplió con creces a la sociedad, siempre sacrificó beneficios y riquezas personales en favor de conservar su palabra, su independencia y prestancia como sus más preciados activos.
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